¿Sientes que estás al límite? ¿Siempre ocupado, siempre corriendo, pero sin tener claro si estás avanzando?
Been there, done that.
Durante mis primeros años como manager, me esforzaba a tope. Pero no era suficiente. Cuanto más empujaba, más me alejaba de algo esencial: un ritmo sostenible, un foco claro y un rol bien entendido.
El resultado fue agotamiento, frustración y una sensación persistente de estar apagando fuegos en lugar de construir algo.
Hoy quiero compartirte 5 errores que casi me rompen. No desde la teoría, sino desde las cicatrices. Ojalá leer esto te ayude a esquivar algunas de esas trampas.
1. Confundir estar ocupado con ser útil
“No hay nada tan inútil como hacer con gran eficiencia algo que ni debería hacerse.”
— Peter Drucker
Durante una temporada, tuve la agenda tan llena que había veces que no tenía tiempo para comer. Todo era urgente. Todo me parecía importante.
Pero muchos días sentía que no había avanzado en nada que realmente cambiara algo.
Fue ahí cuando leí un artículo que hablaba de cómo en muchas culturas el “estar ocupado” se convierte en un símbolo de estatus. Me reconocí por completo. Estaba confundiendo movimiento con progreso.
Empecé a revisar en serio en qué gastaba mi tiempo.
Eso me abrió los ojos y empecé mis días con una pregunta:
—¿Qué voy a hacer hoy que realmente tenga impacto?
Y, muchas veces, me la volvía a hacer al final del día:
—¿Lo hice? ¿O me perdí en los detalles?
2. Intentar tenerlo todo en la cabeza
“La mente es un mal lugar para almacenar cosas.”
— Tiago Forte
Solía irme a dormir repasando mentalmente todo lo que no podía olvidar mañana. Las tareas, las conversaciones pendientes, las decisiones por tomar. Me costaba desconectar.
Lo que no sabía es que eso tenía un precio real.
Un estudio de Baumeister y Masicampo1 lo explica bien: cuando una tarea queda pendiente y sin planificar, sigue consumiendo atención aunque no estés trabajando en ella. Pero basta con anotarla junto a un plan mínimo para que deje de ocupar espacio mental.
Cuando empecé a usar el calendario de verdad —y no como un mero recordatorio de reuniones— sentí un alivio brutal. Le debo mucho a Eric y a Juan Ramón, que me enseñaron a fiarme de un sistema externo (aunque fuera simple). Ahora combino calendario con notas breves. Me libera para pensar.
No necesitas que sea Getting Things Done (GTD) u otros métodos, pero sí algún sistema que libere tu mente de saber qué está pendiente.
3. Convertirlo todo en un “maratón diario”
“Trabaja a un ritmo que puedas mantener incluso en tus peores días.”
— James Clear
Durante un tiempo, confundí la responsabilidad con la autoexigencia ilimitada. Quería terminar todo. Inbox cero. Lista de tareas tachada. Cada día.
Spoiler: no se puede.
El trabajo de manager no tiene fin. Siempre hay algo más que podrías hacer. Pero intentar dejarlo todo resuelto cada día me llevó al límite.
Lo peor: aunque alargaba mis jornadas, no rendía mejor. Un estudio de Stanford2 lo confirma: más de 50 horas semanales y la productividad cae en picado. A partir de 55, no aportas nada más, solo te desgastas.
Aprendí (a palos) que es mejor asumir que algunas cosas quedarán abiertas. Que el descanso es parte del rendimiento. Que la productividad real es la que puedes mantener durante meses, no la que exprimes un lunes para caer rendido el martes.
Si este texto te está resonando o ayudando, compártelo con alguien que pueda beneficiarse también. Entre todos podemos construir una comunidad de managers más consciente y preparada.
4. Que el día a día acabe con mi estrategia
“No hay viento favorable para quien no sabe a dónde va.”
— Séneca
Hubo semanas enteras en las que trabajé sin parar… en cosas que luego descubrí que no importaban.
Las cosas operativas puede devorar la estrategia si no pones barreras.
Una de las prácticas que me salvó fue hacer una mini-revisión estratégica semanal. No para revisar tareas, sino para revisar dirección. Me hacía tres preguntas:
¿Seguimos avanzando hacia lo correcto?
¿Ha cambiado algo en lo que deberíamos pensar diferente?
¿Qué aprendimos esta semana que cambia el panorama?
5. Querer luchar todas las batallas
“La estrategia consiste en elegir qué no hacer.”
— Michael Porter
Yo creía que ser buen manager era estar en todo. Revisar cada detalle. Responder todos los mensajes. Participar en todas las decisiones.
Error.
El trabajo de manager nunca se termina, siempre habrá nuevos asuntos.
Y cuando intentas estar en todos los frentes, te conviertes en el cuello de botella del equipo y en el peor enemigo de tu propia energía.
Aprendí que había tareas que debía delegar aunque no salieran “como yo lo haría”. Que había discusiones que era mejor no tener. Que había reuniones en las que era más útil que no estuviese.
No priorizar es una forma de rendirse al caos.
Tu trabajo no es “estar en todo”
¿Te reconoces en alguna de estas trampas?
Nos leemos
“Consider it done! Plan making can eliminate the cognitive effects of unfulfilled goals” Masicampo & Baumeister (2011) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21688924/
“The Productivity of Working Hours“ John Pencavel (2014) https://docs.iza.org/dp8129.pdf
Excellent! Thanks for sharing!
Hace unos días empecé a cuestionarme al respecto. ¿Cómo es que el equipo ha crecido? ¿Contamos con herramientas de última generación? Soy la persona con más carga de trabajo y por mucho.
En mi proceso obtuve las siguientes respuestas:
1. Automatiza
2. Delega
3. Este post 🥰