El problema del reclutador
Qué puedes hacer y en qué te salpica a ti
La entrevista fue impecable.
CV perfecto.
Referencias brillantes.
El reclutador sonreía. Tú también. Todo cuadraba.
Por fin, desde recursos humanos, te han traído a alguien que parece adecuado.
Seis meses después, estás sentado frente a esa misma persona explicándole por qué, pese a todo, aquello no está funcionando. Silencios largos. Miradas al suelo. La conversación que ningún manager quiere tener.
Y mientras hablas, piensas algo: quién más influyó para que hoy estés en esta situación, no ha vivido todo esto.
Existe una creencia bastante extendida: los reclutadores no reclutan tan bien como tú porque no entienden el rol tan bien como tú (no son programadores, diseñadores, vendedores… you name it). Y sí, eso importa. Pero no es el problema principal.
El problema real es más profundo y casi nunca se nombra.
Cuando un reclutador cierra una contratación, su trabajo termina. Cierra el proceso, actualiza sus métricas, factura su fee (si lo tiene) y pasa al siguiente candidato. Para él o ella, la historia acaba ahí.
Para ti, en cambio, la historia empieza justo ahí.
Durante los siguientes 6, 12 o 24 meses trabajarás codo a codo con esa persona. Verás cómo responde. Cómo se comunica cuando hay conflicto. Si levanta al equipo o lo drena. Si crece. Si suma.
Y si no funciona, serás tú quien gestione el desgaste, el impacto emocional, la pérdida de tiempo y, finalmente, la salida. Y luego volverás a empezar.
El reclutador nunca verá eso.
No porque no le importe.
Ni porque sea mal profesional.
Si no, porque el sistema está diseñado para que no lo vea.
Está fuera del ciclo de feedback.
Un patrón que se repite
Esto no pasa solo en el reclutamiento.
El vendedor que cierra proyectos, pero nunca ve la implementación.
El consultor que entrega recomendaciones pero no ejecuta.
El arquitecto que diseña espacios que nunca va a habitar.
Cuando no ves el impacto real de lo que decides, tu criterio se deforma.
Si no cierras el círculo, no hay aprendizaje
Los humanos aprendemos siempre igual: actuamos, observamos el resultado, ajustamos. Es un ciclo. Si se rompe la parte de “observar el resultado”, el aprendizaje no se da. Se toman decisiones, sí. Pero ya no se afina el criterio. Solo se repite el gesto.
Por eso, con el tiempo, tú desarrollas un instinto que ningún reclutador puede replicar. No porque seas más brillante, sino porque tienes acceso a la parte más valiosa de la información: cómo funcionan las personas cuando la entrevista ya quedó atrás.
Cada contratación te deja una cicatriz.
Y cada cicatriz afina tu criterio.
El reclutador, en cambio, solo puede optimizar para el instante previo a la contratación:
el CV bonito,
la narrativa convincente,
la entrevista redonda,
las referencias bien contadas.
Pero eso es solo el tráiler. No la película.
El mismo error, pero con tu nombre en la placa
Este mismo problema aparece cuando tú, como manager, te alejas demasiado de la realidad diaria del equipo.
Cuando cambias prioridades sin sufrir las fricciones.
Cuando ajustas objetivos sin cargar con la sobrecarga.
Cuando impones procesos que no sufres.
Empiezas a tomar decisiones perfectas en el PowerPoint, pero sucias en la práctica. Y no por mala fe. Por distancia.
En cuanto dejas de convivir con las consecuencias, te conviertes, sin darte cuenta, en la misma figura que criticas en otros: alguien que decide desde arriba y que se desconecta del ciclo de feedback.
Eres el político que promueve leyes sobre el transporte público mientras se desplaza con chófer.
Qué hacer con todo esto
No se trata de demonizar a los reclutadores.
Tampoco a los managers.
Muchos son grandes profesionales haciendo lo mejor que pueden dentro de un sistema que no les permite cerrar el ciclo completo.
Se trata de entender que quien no ve las consecuencias de sus actos termina decidiendo peor.
Usa reclutadores para ampliar el embudo. Para que tú y tu equipo tengáis más donde elegir. Pero no para decidir.
Y, como manager, date cuenta cuando estás tan lejos de la trinchera que ya no ves el resultado de tus acciones.
Mantente cerca del trabajo real.
De las fricciones.
Porque sin eso, nunca aprenderás.
Nos leemos.
Si esta edición te ha resultado útil, no me dejes sin feedback.
Cierra el ciclo.
Un comentario, un like o un restack bastan para que yo también aprenda algo.






